miércoles, 25 de julio de 2012


Miraste el reloj, una y mil veces en aquella oscura tarde de invierno. Ni un solo pensamiento te dejó tranquilo des de que pisaste la calle con tus converse viejas.  Con la mirada gacha y las manos en los bolsillos de aquel levi's gastado, te cubriste la nuca con el cuello de la chaqueta de un modo estratégico, escondiendote de la realidad. El cielo no dejaba ver la claridad de tus ideas. En tu móbil tenías un mensaje preparado:
Hoy a las siete en las escaleras de la izquierda. Te espero.
Ganas nunca faltaron, pero era delictivo ver como todo aquello que querías hacer se quedó ahí, sin fuerzas para poder demostrar todo lo que necesitas el brillo de su mirada.
Comenzó a chispear y las gotas mojaron el asfalto que tenías ante ti. Sentado en aquella escalera, esperando ¿esperando que?. Y te llevaste las manos a la cabeza una y otra vez, al contemplar el paso del tiempo en aquel Casio mojado.
Te sentiste el más estúpido. Ella no llegó nunca, por nunca sintió que fuera necesaria su presencia. Las palabras que no le dijiste se las llevo el viento lentamente. Y así acabo la historia dos personas, pensando que... la otra no pensaba en ella.

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