El silcio acarició nustras neuronas del modo menos inesperado. Me
susurró al oído mientras las yemas de sus dedos recorrían toda mi
espalda. No estaba dispuesta a que otra vez no llegara a tiempo,
desvelándome de otra realidad. Cojí su cazadora y salí fuera un
instante, encendí un cigarrillo y mis neuronas corrienron más que el
fuego en quemar aquel puñado de miserías... no lo pensé. Giré mi cabeza y
por la ventana podía ver con claridad su nuca en suspensión aguantando
las rarezas en los hombros, sentado en la cama, consiguió levantar la
mirada y una lágrima recorrió su rostro. Me di cuenta de que si tenia
que creer en ello una vez más lo volvería a hacer, puede que fuera el
frío de mis labios, el control de mi mente sobria o tan solo lo que me
hizo sentir aquella noche. Y cuando no pudiera escuchar su voz
lamentaria sentirme culpable, así que dejemos de pensar y volvamos a la
cama. Ya nada nos separará, hasta la mañana siguiente.
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