miércoles, 25 de julio de 2012


El silcio acarició nustras neuronas del modo menos inesperado. Me susurró al oído mientras las yemas de sus dedos recorrían toda mi espalda. No estaba dispuesta a que otra vez no llegara a tiempo, desvelándome de otra realidad. Cojí su cazadora y salí fuera un instante, encendí un cigarrillo y mis neuronas corrienron más que el fuego en quemar aquel puñado de miserías... no lo pensé. Giré mi cabeza y por la ventana podía ver con claridad su nuca en suspensión aguantando las rarezas en los hombros, sentado en la cama, consiguió levantar la mirada y una lágrima recorrió su rostro. Me di cuenta de que si tenia que creer en ello una vez más lo volvería a hacer, puede que fuera el frío de mis labios, el control de mi mente sobria o tan solo lo que me hizo sentir aquella noche. Y cuando no pudiera escuchar su voz lamentaria sentirme culpable, así que dejemos de pensar y volvamos a la cama. Ya nada nos separará, hasta la mañana siguiente.

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