viernes, 13 de julio de 2012

Bye

Una sucesión de hechos nos llevaron hasta aquella estación. Con mi abrigo rojo de franela, mis botas de agua de color negro, mi bufanda y guantes rosa coral. Aquellos vaqueros gastados y mi impecable peinado de <<Buenos días>>. Mis gafas ochenteras y mis labios rojos resquebrajados por el frío de aquella tarde de enero.
Un paso más hacia el borde de la vía, sonaron dos "Clop, clop" de mis tacones, en aquel inmenso silencio. Gire mi cabeza hacia la izquierda y luego hacia el lado contrario, se acercaba una turbia despedida. Solos en aquella insostenible casualidad. Lo tenía a tan solo unos metros de mi, y necesitaba oír su voz por el teléfono móvil una vez más. Para que poco a poco me tranquilizara su suave voz y adormecía mis oídos con tan bellas palabras alentadoras. Intuyo que en mi, siempre habrá una parte que le pertenezca, un rincón en mi corazón. Pero nunca me gusto decir adiós a quien quiero tener que despertar cada mañana con un beso de buenos días y un zumo de naranja recién exprimido, esa era nuestra rutina. Y ahora la cosa cambiará... Odio el cambio, la incertidumbre del día a día y los pensamientos contradictorios. Doblo sus rodillas y agarro la maleta con desgana. Sus ojos azules, llenos de lágrimas contenidas decían "Ya te echo de menos". me acercó su mano derecha a la cintura, me rodeó todo el cuerpo con un afectivo y extraño abrazo, toda su belleza me rozó el rostro con una delicadeza ancestral en él. El frío se volvió cálido junto a su cuerpo. Miramos nuestro reflejo cristalino en el iris de cada cual, era lo que desde el principio evitamos: decirlo todo con una mirada. Ni una sola palabra pudo gesticular, nunca lo vi llorar. Ya nos separaban unos centímetros, cuando llego el momento cumbre de cualquier película, nuestro último beso. Retumbó un trueno en el oscuro e insólito cielo gris y de la nada comenzó a llover sin cesar. No pudimos apartarnos la mirada ni un instante, sus ojos azules se condensaban en mi verde mirada.
Llego el tren y mi partida ya era un hecho. Agaché la mirada para poder levantar la suya. Cogí su mano por última vez y el beso hizo despejar hasta la última nube en aquel horrible cielo.

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